Cartera, USB con los archivos del proyecto, bien todo sobre el asiento del coche, no falta nada. Conduzco lentamente mientras miro la ciudad que parece dormir aun, busco llegar a la avenida costera, quiero ver el mar, el sol, el amanecer que se ha adelantado en su salida, un café me falta mi café –pienso-
Edgardo, el coordinador llega puntual a la universidad, en el aula nos espera una jornada intensiva, entre sonrisas y saludos damos la bienvenida a los que van llegando, mientras esperamos a que el equipo de proyección sea instalado, algunos encienden sus portátiles (Laptop) se escuchan los comentarios del sismo sucedido en Chile, otro en Japón y alguno mas en cierta isla del Pacifico.
El equipo formado por Aída Espino y el grupo de pintores abre la sesión, parece interesante el proyecto, Edgardo hace observaciones interrumpiendo la exposición en repetidas ocasiones, y algunas preguntas provenientes del fondo del salón rasgan el aire aterrizando en la cabeza de Aída, risas, ella explica, aclara, y calla cuando Edgardo la interpela, aquella feria de palabras y conceptos se ve interrumpida por la voz grave de Daniel Baruc, quien ha permanecido como hipnotizado por la pantalla de su Lap, creo que ha pasado de todo, tengo la impresión que no se entera del proyecto…
“un tsunami esta por llegar a Acapulco”, dice modulando el tono, sus ojos reflejan sorpresa, aunque su voz suena tranquila como siempre; la reacción es inmediata, todos se ponen de pie, abandonan el salón, yo sigo la conducta gregaria, tomo mis cosas y salgo rumbo al estacionamiento; me alegro de haber aparcado apuntando a la salida, acelero y dejo atrás la universidad, demasiados coches, en la avenida costera, aprovecho la luz roja, intento hacer una llamada, la pantalla touch es una porquería, mi dedo marca cualquier cosa, no acierto, me desespero, echo de menos mi viejo móvil; de nuevo los coches se ponen en marcha, conduzco tan de prisa como puedo, llego a casa y la maniobra para entrar en marcha atrás que siempre hago con toda precaución, esta vez ha sido tan de prisa que no me he enterado.
De regreso en casa, suspiro, “a salvo”… mi cabeza se pregunta ¿pero que sucede?, ¿Qué hago aquí? ¿Acaso me creo que el Tsunami ese necesita conocer mi dirección?, sonrío con desgano, me siento algo boba; algunas llamadas telefónicas más, mi familia, los amigos…
Enciendo el ordenador, busco la noticia que me informe de
El agua salada proveniente de mi querido mar, comienza a llegar a la puerta de la casa, parece tímida, pero al levantar la mirada me sorprende una gran ola que se acerca a tal velocidad que comprendo que esta por demás intentar correr…
¡Vaya! No he podido resistirme a darle un final mas interesante a mi relato jejeje, pues Ro sigue aquí, espero pronto tener un mejor destino, mientras eso llega, ya he enviado el proyecto por correo electrónico a Edgardo.
Ro
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