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lunes, 11 de mayo de 2009

JULIETA CAMPOS, UNA EXPONENTE DEL TEATRO CAMPESINO


Julieta Campos, mujer menuda, mirada curiosa, sonrisa apacible, no pudo ganar esa partida con que la muerte la había retado. Luchó con las palabras y una fiera afirmación de la vida. Ahí está su legado, novela, ensayo, investigación, traducción, periodismo, teatro. Buena y fiel amiga. Nunca protagonista. Equilibrando su vocación literaria con la otra vocación de tender una mano a los demás, de servir.
Julieta Campos y De la Torre nació en 1932, en La Habana. Algunas imágenes de su niñez se pueden atisbar en su último y magnus opus La Forza del Destino, Alfaguara, México, 2003. A su alrededor entonces, y tal como recogen las páginas que narran los años treinta, se escuchan las voces de los que querían salvar a la república .
Este libro abre con dos epígrafes, uno de José Martí, y otro de Vladimir Nabokov que me estremeció, y cito: "...nuestra existencia es solo una breve hendija de luz entre dos eternidades de oscuridad".
El primer libro que leí de Julieta fue El Miedo de Perder a Euridice, México, l979, que leí en su traducción al inglés en l993. Me pareció un texto precursor y experimental poco común en la literatura hispano americana. Después de búsquedas en Nueva York pude leerla en el original. Mi sorpresa al comprobar el tiempo que había pasado entre su publicación mejicana y la versión inglesa fue menor a la que sentí cuando constaté el carácter vanguardista de su texto que se separaba de las corrientes en boga de realismos mágicos.
La idea de la isla y de las islas como una metáfora de la búsqueda del amor perfecto es el eje central que mueve a este personaje Señor N, o Monsieur N, mientras sentado en un café situado en un pueblito del Caribe medita y escribe sus anotaciones en servilletas de papel.
En l996 se publica en México Reunión de Familia, que recoge las ficciones Muerte por Agua, Celina y los Gatos, Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina y que incluye también El Miedo a perder a Euridice y una obra teatral, Jardín de Invierno.
Toda esta labor experimental habla, en palabras de la autora, de una difícil transición entre su ciudad natal, La Habana y la ciudad de México a dónde se trasladó en l954.Dice, "dentro de mi, estos espacios (Cuba y México) lucharon entre sí y mi percepción del tiempo prolongó el pasado en un presente perpetuo. En mis textos encontré un espacio imaginario capaz de protegerme del sentido de pérdida que me producía el exilio de Cuba, y también de la distancia que me separaba de mi padre y mi madre".
Más tarde en una visita que hiciera a ellos, su madre ya estaba muy enferma, Julieta comprobó la crueldad del sistema al ser despojada de su pasaporte a su llegada a Cuba.
México la acoge, casada ya con el abogado mexicano Enrique González Pedrero. a quién había conocido en Paris cuando estudiaba en La Sorbona, y prosigue su labor de escritora no sólo como novelista sino también como traductora. Julieta llegó a traducir más de 30 autores, entre los cuales destacan Charles Gibson, Franz Fanon y Andre Gorz. Vivía una vida académica enseñando en la Universidad Nacional y escribía para suplementos culturales y revistas, como Plural, Vuelta y la misma revista de la Universidad que llegó a dirigir en l980.
A petición de Octavio Paz también coordinó las actividades del PEN Club de México y fue la creadora de un boletín periódico que informaba sobre las violaciones a los derechos humanos, muy particularmente, ataques contra la libertad de expresión, tortura y confinamiento. En esos años viajó mucho por América Latina, Europa y los Estados Unidos. Siempre según ella, aprovechaba cualquier oportunidad para llegar a Paris la única ciudad que como México sentía como suya.
En 1975 regresó a la Habana, en sus palabras, no le gustó lo que vio, lo que oyó y lo que no oyó, es más, la isla se había silenciado.
Su otra vertiente, su vocación de servir, se plasma a su llegada a Tabasco, donde su esposo había sido destinado como gobernador del estado en los años 80. En sus trabajos, esta vez concentrados en su inmediata realidad circundante, Un heroísmo secreto, Tabasco, un jaguar despierto y ¿Qué hacemos con los pobres?, demostró un amplio compromiso con los desfavorecidos, o como ella los llamó, los desposeídos.
Es aquí en Tabasco que Julieta crea un laboratorio de teatro para campesinos e indígenas. Con Bodas de Sangre este grupo de actores viajó a Nueva York, donde el empresario y director teatral Joseph Papp, mecenas de muchos grupos experimentales latinoamericanos, acogió en su Festival Latino la presentación de este grupo de 140 campesinos. La tourneé continuó en España, con representaciones en Granada en presencia de Isabel García Lorca y en la Casa de Campo de Madrid.
En 1990 Julieta acompañó a su esposo, nombrado Embajador de México en España. Así es como retoma el hilo de un proyecto que había comenzado a insinuársele en l982: la saga de su familia, De La Torre, desde la toma de Granada, a lo largo de los siglos, la saga de dos países, España y Cuba, su Forza del Destino.
Conocí a Julieta Campos el 8 de noviembre de 2004 en el Hotel Wellington de Madrid, de la mano de su entrañable amiga, Marta Souza Bruzón. Es allí donde se gesta mi poema Historia Seria que ahora lamento no haberlo dedicado a Julieta. Es allí que su palabra ancló en mi imaginación. Días más tarde, al terminar La Forza del Destino, le escribí dándole las gracias por esta obra magna, labor de constancia y amor depositada a los pies de nuestra isla común. Ni Alejo Carpentier osó recorrer el camino duro de sol, piedras, polvo, salitre, turbulento de plagas, de conquistas, de rebeliones, que ha sido la historia conjunta de Cuba y España.
Para mí y otras como yo, Julieta comenzó dando un ejemplo por su disciplina y su entrega a la literatura, exponiendo sus ideas sobre el texto andrógino, que hilvanara el discurso humano para así recrear, como los antiguos vedas, el universo liberado del género a través de la palabra.
En la entrevista reciente que concedió a Danubio Torres Fierro de la revista literaria The Bomb, y de la cual he tomado algunas de sus palabras, Julieta concluyó: "La verdad es que todos los que escribimos repetimos el ritual de Scheherazade: con nuestras historias tratamos de demorar la muerte otro día". Amiga mía, siento que esta vez la demora no haya sido más larga. Para su hijo, Emiliano, y su esposo, Enrique, un abrazo que aunque lejano, quizás nos acerque un poco a ella.

Isel Rivero Méndez
Periodista
Cuba

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